Alejandro I de Rusia, nacido el 23 de diciembre de 1777 en San Petersburgo, fue el emperador de Rusia desde 1801 hasta su muerte en 1825. Hijo mayor de Pablo I de Rusia y María Feodorovna, Alejandro fue educado bajo la supervisión de su abuela, la emperatriz Catalina la Grande, quien tenía grandes expectativas para él. Su tutor suizo, Frédéric-César de La Harpe, le inculcó ideas liberales y filosóficas, que contrastaban con el autoritarismo de su padre.

El 23 de marzo de 1801, tras el asesinato de su padre en un golpe de estado en el que Alejandro estuvo implicado indirectamente, ascendió al trono ruso. Al inicio de su reinado, Alejandro mostró inclinaciones liberales y reformistas. Abolió algunas de las políticas más represivas de su padre, promovió la modernización del gobierno y fundó varias instituciones educativas. Sin embargo, sus esfuerzos reformistas fueron limitados por la resistencia de la nobleza y la burocracia.

En política exterior, Alejandro I es conocido por su papel en las Guerras Napoleónicas. Inicialmente, intentó mantener la paz con Napoleón Bonaparte, firmando el Tratado de Tilsit en 1807. Sin embargo, las tensiones crecientes entre Rusia y Francia llevaron a la invasión de Rusia por Napoleón en 1812. La campaña fue un desastre para los franceses, con el ejército napoleónico derrotado en gran parte debido a la estrategia de tierra quemada y el duro invierno ruso. Esta victoria fortaleció la posición de Alejandro en Europa.


Después de la derrota de Napoleón, Alejandro se convirtió en uno de los principales arquitectos del Congreso de Viena (1814-1815), donde se redibujó el mapa de Europa para restaurar el equilibrio de poder tras las guerras napoleónicas. Alejandro promovió la creación de la Santa Alianza en 1815, una coalición de monarcas cristianos destinada a mantener la paz y el orden en Europa, aunque en la práctica se utilizó para suprimir movimientos liberales y nacionalistas.

En sus últimos años, Alejandro I experimentó un cambio significativo en sus creencias personales, moviéndose hacia una profunda religiosidad y misticismo. Aumentó la censura y la represión en Rusia, temeroso de las ideas revolucionarias que se estaban propagando en Europa.


Alejandro I murió el 1 de diciembre de 1825 en Taganrog, bajo circunstancias que han dado lugar a muchas especulaciones y teorías de conspiración. Algunas versiones sugieren que fingió su muerte para retirarse a una vida de reclusión religiosa. Tras su muerte, la sucesión fue complicada por la incertidumbre sobre si su hermano mayor, Constantino, o su hermano menor, Nicolás, debía tomar el trono. Finalmente, Nicolás I se convirtió en emperador.

El legado de Alejandro I es complejo: aunque inició su reinado con promesas de reforma y modernización, terminó adoptando políticas conservadoras y represivas, dejando a Rusia en una encrucijada entre el absolutismo y las aspiraciones liberales de una nueva era.